Aldea de Lagos

A consecuencia de las obras de construcción de un parking en las inmediaciones del  lago de Caicedo  se llevó a cabo una actuación arqueológica en el entorno de la ermita de Nuestra. Señora del Lago.

 

 

Se hallaron restos de cabañas de la Edad del Bronce: agujeros de poste, rozas  y algunos fragmentos de cerámica. También se encontraron restos  de una casa del siglo X, los cuales  son el   testimonio más antiguo de la existencia de la aldea de Lagos. Dicha aldea aparece mencionada por primera vez en 1025 en el documento conocido como la reja de San Millán.

Los restos arqueológicos se documentaron. Parte de ellos se han consolidado e interpretado para facilitar su comprensión.

Cuenta la leyenda que…

Hace mucho tiempo, en el sitio que hoy ocupa el lago, existía una venta, cuyos propietarios se habían enriquecido en pocos años. Un día, llegó a la puerta de la venta una mendiga que llevaba un niño de poca edad en los brazos. La mendiga era una mujer joven, de rostro muy bello, aunque demacrado por la fatiga y el hambre; se detuvo ante la puerta y pidió que le hicieran la caridad de proporcionarle algún alimento. Los criados fueron a decírselo a los dueños, que se disponían en aquel momento a comer. El dueño ordenó que pusieran en el horno una cantidad pequeña de masa para cocer un pan. Pero cuando sacaron el pan del horno, la pequeña cantidad de masa había aumentado, sin que se supiera cómo, y el pan era muy grande. Se juzgó que era excesiva limosna y el dueño ordenó que de nuevo se pusiera a cocer una cantidad de masa inferior a la de la primera vez. Y ocurrió lo mismo. Por tercera vez repitieron esto. El dueño mismo cogió una cantidad pequeñísima y la puso en el horno; cuando estuvo cocida, la sacó, y el pan era mayor que las veces anteriores. Entonces, irritado, dijo: -¡Qué echen a esa mendiga de la puerta!-

Una criada fue a cumplir la orden del amo; pero como era de sentimientos caritativos, cogió un trozo de pan de su propia comida y se lo dio a la pobre mujer. Ésta dijo a la criada que la siguiera, pues una gran desgracia iba a caer inmediatamente sobre la casa. La criada obedeció y echó a andar detrás de la mujer con el niño en brazos. Conforme iban andando, la mendiga se iba transfigurando; sus ropas harapientas se transformaron en hábitos hermosísimos; su rostro se iluminó de un resplandor celestial. La criada comprendió que era la Virgen, que se había aparecido, y en el momento en que iba a arrodillarse, oyó un ruido terrible. Volvió la cabeza y vio que la venta había desaparecido y que en el sitio que ocupaba había un lago. La Virgen, también había desaparecido. Comprendió la criada que lo sucedido era un castigo a la falta de caridad del dueño.

Fue al pueblo cercano y contó lo ocurrido.

García de Diego, V. (1953): Antología de leyendas de la Literatura Universal, Tomo I, Barcelona, pp.342-343