Roma en tierras de Álava

Autrigones, caristios y várdulos eran los grupos indígenas que ocupaban Álava al llegar los romanos, a finales del siglo II (a.C.). Una llegada progresiva que primero colocó a nuestro territorio en el área de influencia de Roma, para ir luego incrementando su presencia.

La guerra fue la primera causa: primero la civil entre el popular Sertorio y la facción senatorial; luego la de Roma contra los cántabros. En ambos casos intervinieron los indígenas, lo que hablaría de una relación con el imperio para el tercer decenio antes de nuestra era.

La posición estratégica entre la Meseta, el Pirineo, el valle del Ebro y las minas de oro del noroeste peninsular estimularon esa presencia militar romana. Un territorio cruzado por la vía que unía Burdeos con Astorga (iter XXXIV) y que reproducía en Álava el trazado actual de la N-I.

Con el comienzo de la era cristiana algunas poblaciones dejaron sus castros y oppida en los altos y bajaron a las cercanías de esa vía (Arcaya o Cabriana). Una opción que no eligieron los caristios del oppidum de Iruña, situados en posición privilegiada y no lejos de la calzada.

Campamentos militares (San Miguel de Atxa, en Vitoria), ciudades y villas agrícolas (fundi) fueron salpicando el territorio, englobadas luego en tiempos de Claudio (41-54 d.C.) en el conventus de Clunia. Lo articulaban puentes como el de Assa, en Mantible, que les acercaba a los verones riojanos, o el primitivo de Trespuentes, para llegar a la importante ciudad de Iruña-Veleia. También encontramos otras infraestructuras: desde un taller de metalurgia en Aloria a una posta de carreteras en Mariturri (en la salida suroeste de Vitoria).

El contacto resultó desigual. El mundo indígena se vio afectado por la fortaleza cultural romana (de los nombres personales al latín, la moneda, las divinidades y otras referencias), pero también mantuvo sus pautas originales, dándose una situación de convivencia y mixtura.

La crisis de los siglos III y IV afectó relativamente a nuestro territorio: se incrementaron las defensas militares, pero sin que se apreciara una fuerte depresión. Esta llegó al comenzar el siglo V, con la revuelta bagauda y luego con las invasiones germánicas que rompieron el limex y llegaron hasta aquí. La larvada crisis interior precipitó con estas presiones externas.